7. EL ESTADO MODERNO Y SUS CARACTERÍSTICAS

El monopolio del poder
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El primer rasgo específico del Estado moderno es que pretende monopolizar el poder coercitivo en su propio territorio. Siguiendo a Max Weber, podemos definir el Estado como «una asociación de tipo institucional que en un territorio determinado trata con éxito de monopolizar la violencia legítima como instrumento de dominio». En la actualidad, cuando hablamos del Estado no nos referimos a la sociedad en general, sino a una instancia concreta dentro de ella, con las siguientes características:

• Es una institución política, impersonal y soberana, con jurisdicción suprema sobre su territorio, que tiene en exclusiva la capacidad de promulgar leyes que regulan de modo público y obligatorio impuestos, cargos, recompensas, privilegios, derechos, obligaciones, etc.

• Tiene una estructura unitaria de poder que pretende ser legítima y que permanece a través de los cambios de gobernantes y gobernados concretos. Este poder se ejerce a través de una burocracia o conjunto de funcionarios encuadrados en una organización jerárquica, específicamente dispuesta para administrar los asuntos públicos.

Dominación y legitimación
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Para que la sociedad funcione de un modo más o menos satisfactorio y puedan alcanzarse metas colectivas es preciso que las acciones individuales estén concertadas, y esto exige, a su vez, la presencia de un poder capaz de influir sobre la conducta de las personas, aun contra su voluntad, y de imponer sanciones y coacciones que aseguren determinados comportamientos, en especial el cumplimiento de las obligaciones que establecen las leyes. Pero este poder tiene que ser aceptado por toda la sociedad, es decir, el derecho de los gobernantes a imponer su voluntad debe ser previamente reconocido. La aceptación de este derecho por parte de los demás se llama legitimación e implica que ese poder y su ejercicio están justificados.

De acuerdo con Max Weber, se pueden diferenciar tres tipos de dominación, es decir, tres procesos a través de los cuales las formas de dominación política se convierten en relaciones de poder socialmente aceptadas y, en este sentido, permiten y garantizan que los gobernantes se vean a sí mismos con el derecho de gobernar y a los demás con el deber de obedecer. Estos tres tipos de dominación son la carismática, la tradicional y la racional-legal. En las sociedades pluralistas actuales, la legitimación del poder político sólo puede configurarse como racional-legal, de modo que se establezcan procedimientos que aseguren el acuerdo de todos los miembros de la sociedad.

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